¡Con ella ganamos todos!
Me encanta Sir Robinson y su perspectiva sobre la revolución educativa ya que ésta debería centrarse actualmente en el desarrollo de la creatividad y no tanto en la alfabetización.
Parece que a la mayoría de los profesionales del sistema educativo todavía les cuesta entender que todos somos únicos y cada uno de nosotros dispone de un talento o capacidad que pueda aportar a la sociedad y así participar en una comunidad mucho más equilibrada y respetuosa.
Hablo de una experiencia personal donde podía experimentar la enseñanza en diferentes países y vivir en carne propia las diferencias entre ellas. Sin embargo, lo que me llegó a frustrar era la continua estigmatización del error. El error significa la imperfección, el desconocimiento, la inexperiencia, el fallo, la crítica y muchas veces la vergüenza. Hemos aprendido castigar, criticar, juzgar hasta reírse de una persona equivocándose.
Pero el error es todo lo contrario. Equivocarse significa aprender, innovar, buscar soluciones y también ganar más confianza en nosotros mismos. ¿O acaso alguien de vosotros nació aprendido ya? Yo no, y estoy muy agradecida de haber fallado una y otra vez hasta conseguirlo.
Si enseñamos a los niños tener miedo a probar cosas nuevas o equivocarse, entonces despreciamos su talento extraordinario y valioso. Si enseñamos a los niños temer a fallar entonces ellos dejarán de probar y de experimentar. Desafortunadamente, el sistema educativo actual todavía condena el error y aniquila la innovación y la creatividad inherente al ser humano.
¿Y que pasa cuando los niños dejan de probar, experimentar o innovar? Pues, continuaremos fabricando el mismo resultado como desde la revolución industrial.
Pero si conseguimos abrir nuestras mentes un poco más, dejamos de juzgar, aceptamos la equivocación y dejamos espacio para el desarrollo individual entonces podríamos llegar a valorar la inteligencia y no la capacidad de destacar. ¿Y como podemos alcanzarlo? Claramente con una revolución en el sistema y con cambios de las ideas preconcebidas sobre el concepto de inteligencia. Por que la inteligencia es muy personal, diversa, dinámica y sobre todo única. Por ello, la educación debe personalizarse y convertirse en orgánica, respetando todos los niveles de la inteligencia, con el principal objetivo de hacer lo que nos apasiona.