El poder de la reflexión
Estamos a finales del año 2021. En las últimas semanas me he encontrado con muchas personas pronunciando opiniones asaz sobre los temas actuales. Hasta aquí es un fenómeno bastante natural para el ser humano. Es habitual encontrarse con diferentes perspectivas a una situación. También es usual encontrarse con la diversidad étnica, social o cultural porque la distinción entre las personas ha existido desde la existencia de la especie humana. Al final a cabo la diversidad establece un equilibrio necesario para existencia.
Lo que no es tan natural, en absoluto, es la evidente división de la población mundial en dos campamentos opuestos y cada vez más separados por la situación mundial. No hablo de otra cosa que de la epidemia del ya conocido virus. Las “noticias” sobre las medidas, restricciones y “recomendaciones” han estado inundando los noticieros, periódicos y otras fuentes informativos y así lentamente paralizando las naciones mundiales durante los últimos dos años. Los personajes que representan el pueblo mundial ejercen su vocación con las mejores herramientas que tienen y de la mejor manera que saben. También, tienen la responsabilidad de actuar y respetar los derechos, libertades y oportunidades de todas las demás personas sin ninguna discriminación por razones de origen nacional o familiar, lengua, sexo, raza, religión, opinión política o filosófica. Pero durante estas últimas semanas he conseguido preguntarme centena de veces las mismas preguntas: “¿Donde están la ética y moral? ¿Donde está el limite entre la libertad y el libertinaje?”
Permíteme citar el RAE (Diccionario Real Academia Española): “El libertinaje es el desenfreno en las obras o en las palabras.” Lo que significa el libertinaje, es cuando una persona ejerce una libertad total, independientemente de lo que dicta la ley y las instituciones, lo cual conduce a un abuso sistemático del derecho a la libertad propia, sin tener en cuenta los derechos de las otras personas, y sin asumir las consecuencias derivadas de las acciones ejercidas.
¿Quien asume las consecuencias de los actos realizados de hoy? ¿Quien se responsabilice de los resultados de sus decisiones?
¿A caso tenemos todos la facultad de aceptar y pronunciar abiertamente nuestras equivocaciones e inadvertencias? ¿Y cómo superar el miedo de la humillación y crítica de los demás?
Cuando nuestros errores saltan a la luz pública, parece que todos los demás nunca han fallado y se permiten juzgar, opinar hasta sentenciar como si fuesen los jueces divinos. Pero quien es perfecto? ¿Quien nunca se equivocó?
La diferencia entre dos personas opuestas está en su consciencia y su capacidad de reflexión. Reflexionar sobre lo que hago, digo, pienso o siento significa prestar atención a ello. Y para prestar atención a cualquier cosa se necesita espacio, tiempo y mucha práctica.
Por lo cual me gustaría terminar con una petición a todas las personas que llegaron a regalarme su precioso tiempo mientras leyeron esta reflexión: “Por favor, regálate tu tiempo, espacio y practica. Ama y ámate, perdona y perdónate, salva y sálvate.”